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Articulaciones: cuando el movimiento empieza a causar dolor

Casi nunca pensamos en las articulaciones. Hasta que empiezan a doler.

Y cuando empieza, no le damos importancia inmediatamente. Piénsalo: ¿cuántas veces has oído a personas mayores decir "me duele todo"? Las rodillas, la espalda, los dedos... "es la edad", "es normal", "todo el mundo pasa por eso". Y desde la infancia, tenemos la sensación de que el dolor en las articulaciones no es un problema, sino una parte casi obligatoria del crecimiento. Duele. Cruje. Limita el movimiento.

Nos acostumbramos al dolor. Lo vemos como parte de la vida. Pero las articulaciones no toleran la ignorancia. El dolor no es la norma. Es una señal. Y cuanto más tardemos en reaccionar, más graves serán las consecuencias.

Dolor, crujido, rigidez, pesadez... parece que es solo cansancio, la edad, la carga. Pero es con estas «nimiedades» con las que empieza la destrucción. Va poco a poco, sin señales fuertes, hasta que un día resulta difícil no solo correr, sino caminar, subir escaleras, agacharse, levantarse de la cama.

Las enfermedades articulares son el problema crónico más prevalente en Peru, por encima incluso de las enfermedades cardiovasculares. Y cada vez afectan a personas más jóvenes.
  • Casi el 30 % de los adultos españoles ha experimentado dolor articular al menos una vez en la vida.
  • En Peru, más de 12 millones de personas viven con un diagnóstico de artrosis, aunque la cifra real podría ser aún mayor.
  • Las enfermedades crónicas del aparato musculoesquelético son la principal causa de discapacidad entre las mujeres.
Si sientes dolor en las rodillas, ruidos en las articulaciones, rigidez en los movimientos, no es la edad. Es una señal. Y cuanto antes reacciones, más posibilidades tendrás de mantener la movilidad y evitar la cirugía.
Articulaciones: cuando el movimiento empieza a causar dolor
Articulaciones y comorbilidades: una cadena que no debe ignorarse

El dolor articular rara vez viene solo. En cuanto una persona empieza a moverse menos, se pone en marcha toda una cascada de trastornos en otros sistemas. No solo sufre el sistema músculo-esquelético, sino también el metabolismo, el corazón, los vasos sanguíneos, incluso la psique.

Tromboembolismo. Uno de los riesgos más peligrosos, pero del que se habla poco, es el deterioro de la movilidad. Cuando una persona se mueve menos debido al dolor articular, la sangre de las venas se estanca. Esto crea las condiciones para la formación de coágulos sanguíneos. Un trombo de este tipo puede desprenderse y obstruir la arteria pulmonar. Es lo que se conoce como embolia pulmonar, y en el 30% de los casos acaba en muerte. Sin previo aviso. Sin una segunda oportunidad.

Sobrepeso. Una movilidad limitada conlleva un menor consumo de energía y, en consecuencia, un aumento de peso. Y esos kilos de más: cada 5 kg son +30 kg de carga sobre las rodillas al caminar.

Diabetes y síndrome metabólico. El sedentarismo empeora la sensibilidad a la insuline. Los niveles de azúcar aumentan, lo que incrementa el riesgo de diabetes de tipo 2 y todas sus complicaciones asociadas.

Hipertensión. La falta de movimiento provoca una reducción de la elasticidad de los vasos sanguíneos, una ruptura del tono y un deterioro del flujo sanguíneo. Aumenta la presión. Y aumenta la carga sobre el corazón.

Aterosclerosis. Un estilo de vida sedentario acelera el depósito de colesterol en las paredes de los vasos sanguíneos. Esto aumenta el riesgo de ictus e infarto de miocardio.

Inflamación crónica. El proceso inflamatorio no se limita a la propia articulación. Puede mantener un contexto general de inflamación en el organismo que destruye tejidos, vasos sanguíneos y órganos internos.

Depresión y ansiedad. El dolor constante, la limitación de movimientos, la reducción de la calidad de vida... todo ello afecta a la psique. La gente empieza a sentirse vieja, enferma e impotente. Esto empeora el estado general y reduce la motivación para el tratamiento.
Por eso no se puede «esperar a que pase» con las articulaciones. No se trata solo del dolor al caminar. Se trata de la salud general, la esperanza de vida y la calidad del envejecimiento.
Póngase a prueba

¿Le cuesta levantarse por la mañana? ¿Siente que las rodillas o la zona lumbar "no son suyas" los primeros minutos?

Esto significa que las articulaciones no reciben una nutrición completa por la noche. La inflamación aumenta en reposo y, por la mañana, las articulaciones pierden movilidad. Este es uno de los primeros signos de la artrosis.
¿Le crujen las articulaciones durante el movimiento, sobre todo las rodillas o los hombros?

Un crujido es señal de que el cartílago ya se ha adelgazado. Las superficies rozan entre sí sin amortiguación y, si no intervienes, comenzará la destrucción mecánica de las articulaciones.

¿Ha notado que cada vez le cuesta más subir las escaleras o caminar durante mucho tiempo?

La articulación pierde su capacidad para absorber impactos, los músculos se debilitan y la inflamación limita el movimiento. Cada paso se convierte en una carga que acelera el desgaste.
¿Hay una sensación de pesadez en las piernas, sobre todo por la noche?
Puede que no se trate solo de fatiga. El deterioro de la movilidad provoca el estancamiento de la sangre en las venas. Y ése es el primer paso hacia las varices y, en casos graves, la formación de coágulos. Un coágulo de este tipo puede ser mortal.

Si te reconoces en al menos un punto, no es "fatiga" ni "norma". Estos son signos de que la articulación ya está perdiendo movilidad y que el cartílago no se nutre adecuadamente.

Primero una ligera tirantez por la mañana. Luego, un crujido que antes no existía. Y entonces dejas de correr, dejas de subir, dejas de agacharte. Cambias de ruta. Evitas los movimientos. Te acostumbras. Y la articulación, mientras tanto, sigue desgastándose.
Así comienza la artrosis. Así se instala la inflamación. Así se pierde movilidad, no de golpe, pero sí poco a poco.
Por qué el dolor no es solo un síntoma, sino una advertencia
El cartílago articular no duele. Simplemente se desgasta — en silencio. Y el dolor comienza cuando la inflamación llega a los nervios. O cuando los huesos empiezan a rozarse entre sí.

Por eso el dolor no es el principio, sino la mitad del proceso. Y cuanto más esperes, mayor será el riesgo de:
  • pérdida de movilidad,
  • dolor constante,
  • necesidad de cirugía.
Esto es lo que destruye las articulaciones:
Casi nunca hay una sola causa. Con mayor frecuencia, la articulación se deteriora bajo la presión de varios factores combinados que se refuerzan mutuamente.

Enfermedades sistémicas: diabetes, hipertensión, obesidad

Estas afecciones aumentan la inflamación en todo el cuerpo. La diabetes afecta los nervios y los capilares, la obesidad aumenta la carga sobre las articulaciones y la hipertensión altera la microcirculación. Juntas, crean un terreno favorable para una degradación dos o tres veces más rápida de la articulación.

Estilo de vida sedentario = mala circulación

Las articulaciones se nutren a través de los capilares y los tejidos periarticulares. Si la circulación se altera — por ejemplo, debido a la inactividad o a problemas vasculares — el cartílago y los ligamentos no reciben los nutrientes necesarios. Su desgaste se acelera.

Desgaste del cartílago (artrosis)

El cartílago protege los huesos de la fricción. Es fino, pero resistente. Cuando disminuye, los huesos entran en contacto directo — provocando dolor, inflamación y destrucción. La artrosis es desgaste. Evoluciona lentamente, pero de forma irreversible.

Inflamación (artritis, gota)

Incluso si el cartílago aún está presente, la inflamación puede destruir la articulación desde dentro. En la artritis, el sistema inmunitario ataca sus propios tejidos. En la gota, los cristales de ácido úrico dañan la superficie articular. Esto provoca edema, dolor, enrojecimiento y pérdida de movilidad.

Traumatismos y microlesiones

A menudo, todo empieza con una contusión, un esguince o un traumatismo menor que no se ha curado bien. La articulación se "sale" de su régimen habitual y comienza una reacción en cadena: hinchazón, sobrecarga, inflamación, destrucción.
Por qué las pomadas y las pastillas no resuelven el problema
Sí, te sientes mejor. El dolor remite. Crees que todo ha vuelto a la normalidad. Pero es solo temporal. Las pastillas y las pomadas solo reducen la inflamación. No tratan la articulación, no regeneran el cartílago, no mejoran la nutrición de los tejidos. En cuanto desaparece su efecto, el proceso continúa. En silencio, sin síntomas. Hasta que es demasiado tarde.

El cartílago no vuelve a crecer. La articulación no se regenera sola. Y si te limitas a calmar el dolor, pierdes tiempo. Y luego, cuando el dolor reaparezca, es posible que casi no quede cartílago. Y ninguna pastilla ayudará ya. Solo quedará la operación. O una prótesis.
Lo que realmente necesitan las articulaciones:
La articulación no necesita una pastilla analgésica, necesita apoyo desde dentro:

  • Eliminar la inflamación. Pero no de forma agresiva, sino suavemente, sin dañar el tracto gastrointestinal y sin efectos secundarios.
  • Mejorar la microcirculación. Para que los nutrientes lleguen realmente al cartílago y a los tejidos.
  • Apoyar el cartílago. Glucosamina, colágeno, vitaminas y minerales son los «ladrillos» de la que el cuerpo restaura las superficies articulares.
  • Reduzca la carga. Especialmente si tiene sobrepeso: cada 5 kg de más son +30 kg sobre las rodillas al caminar.
  • Normalice su metabolismo. La diabetes, la hipertensión, la aterosclerosis, todo ello agrava la nutrición de las articulaciones y acelera su destrucción.

No es un tratamiento de una semana. No es un ungüento que se aplica de vez en cuando. Es un apoyo integral — todos los días, constante, no agresivo.
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